martes, 23 de octubre de 2018

De abismo

En ese bar,
atestado de gente, copete y recuerdos,
en ese bar, bendito lugar
te acercaste caballerito
y sin ningún rastro de duda en tu
                     rostro
me invitaste a bailar
y
la loca que soy se alborotó por completo
y se trenzó el pelo
se lavó la cara
y te sonrió.

Astuto como eres, no tardaste mucho en
reconocerme,
reconocernos,
esa escena,
esas almas
lo mismo, lo mismo,
todo es lo mismo.

Llega la primera
vuelta
y a mi también, todo se me da
vueltas.
Escapo y es como correr
por un bosque en verano,
hay entre nosotros una sensación
de estar en casa.

Me escondo detrás de mis
                enormes pestañas,
esas mismas que hace un minuto atrás
te hacían señas desde
la multitud,
son las que acarician tu barba
y sonríes,
sonrío.

Te acercas peligroso
¿Eso pasó de verdad?
¿Que tan volá estoy?
Te acercas peligroso
¿Seré yo Señor?
¿Este cree que me voy achunchar?
Peligroso me acerco
    sigues ahí.
Peligroso me acerco
        no vas a moverte.
Peligroso me acerco
            y esa cercanía se siente
como bailar sobre brazas candentes,
                candentes de
infierno.

Vuelta.
Aprovecho esa generosa rotonda
para respirar, sonreír y volver a mi cuerpo.
Vuelta y nos volvemos a encontrar,
lo mismo, lo mismo, una vez más.

            Muevo mi cintura,
y tu hombría truena a nuestros pies,
              te miro coqueta
porque tus ojos son abismo,
           y tu hombría truena
todo tu ser ruge.
            todo tu ser truena.
Trueno frente a ti
        con zapateos de colisa
con tacos imaginarios
       con mis enormes pestañas
y mi cintura que esquiva ágil
      todo tu tronar de hombrón.

Una última vuelta
antes de quedar lado a lado
agitados
sudados
y con poco aire.
Tu brazo se acomoda sobre mis
hombros de hombre
y loca loca como soy,
reposé mi cabeza en tu
hombro de hombre.